
El asesinato brutal de Sara Millerey González Borja en Antioquia desató una ola de indignación frente a la transfobia en Colombia. Así lo reportó el diario BBC News Mundo, que además destacó las voces de organismos de derechos humanos, quienes advierten que este no es un hecho aislado, sino parte de una violencia sistemática ejercida contra las comunidades LGBTIQ+.
En este mismo sentido, el portal de France 24 para América Latina informó que, solo en lo que va del año, se han registrado 25 asesinatos contra personas LGBTIQ+, de los cuales 15 corresponden a personas trans. En este medio también se emplea el término violencia sistemática, evidenciando un patrón estructural de exclusión y agresión.
Ante esta realidad, una muerte no puede reducirse a una estadística; debe conmover profundamente a la sociedad. Más allá de la sensibilización, debe impulsarnos a investigar y esclarecer las causas de una violencia tan cruel y despiadada. La conmoción, por sí sola, no transforma nada: es urgente actuar para desmontar una estructura social que normaliza, permite, facilita e incluso alienta estas expresiones violentas. Si lo visible es solo el “síntoma”, entonces debemos identificar y tratar la “enfermedad” de fondo.
Por otro lado, la lucha de las mujeres y de la comunidad LGBTIQ+ por el reconocimiento de sus derechos sigue enfrentándose a estructuras patriarcales y discursos que deslegitiman sus reivindicaciones. Algunas voces incluso insinúan que su defensa forma parte de un supuesto “lobby internacional” en busca de privilegios, como si se tratara de élites poderosas. Sin embargo, la historia demuestra lo contrario: son precisamente los más marginados quienes enfrentan mayor riesgo de ser asesinados por el simple hecho de ser “diferentes”. La homofobia, la transfobia y la aporofobia se entrelazan en esta cadena de exclusión.
En consecuencia, la verdadera inclusión no se limita al uso de un lenguaje políticamente correcto. Implica tomar conciencia de las múltiples formas de violencia que, en muchos casos, se consideran “normales”. Solo así podremos reflexionar sobre nuestros valores y detectar cuándo comienzan las justificaciones de lo injustificable, amparadas en un moralismo distorsionado.
Finalmente, la idea de que existe una “promoción del homosexualismo” o una “agenda progay” resulta no solo absurda, sino peligrosa. Cuesta discernir si tales discursos surgen de la ignorancia o de una repetición acrítica de ideas afines, sin comprender su trasfondo. Lo cierto es que estos discursos, por más infundados que sean, logran permear mentalidades conservadoras que, paradójicamente, se perciben como amenazadas cuando en realidad representan a la mayoría. Las minorías no están exigiendo privilegios: están reclamando derechos básicos, comenzando por el derecho a la vida.
La entrada En Colombia la diversidad aún se castiga con muerte – Carlos David Martínez Ramírez #Columnista7días se publicó primero en Boyacá 7 Días.
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