
Las relaciones humanas son, indudablemente, determinantes en la construcción de nuestra historia. A veces, muchas personas desearían no necesitar de los otros y ser autosuficientes. Sin embargo, no podemos escapar de ese contacto humano que, en ciertos momentos, de manera accidental y milagrosa, se convierte en amistad.
He notado, en más de una ocasión, que algunas personas confunden la amistad con contactos, influencias o con un club de la adulación mutua. Precisamente por ello nunca han gozado de la verdadera amistad. Steiner (2022) propone que:
El hombre o la mujer inmune a la amistad, que no tiene amigos, ya sea por accidente o por designio, es un exiliado, un caminante de la noche. Él o ella no pueden contar con una bienvenida segura. La amistad nos autoriza a decir: “Yo soy porque tú eres” (p. 124).
La amistad es un tipo de amor, tal vez el más íntimo de todos. Justamente por eso, cuando no se la ha experimentado o se la ha perdido, puede abrir una tristeza profunda, casi incurable. “No hay dolor más persistente, ninguna cicatriz más irremediable que la de la amistad traicionada” (Steiner, 2022, p. 124).
Cuando se les pregunta a las personas por la época en que fueron más felices, responden que fue aquel momento en la vida en que tenían amigos, o en el que sus amigos estaban cerca y salían por las noches a comer, a caminar. Recuerdan cómo la amistad les despertaba todos los sentidos y la alegría de vivir.
Aunque está estrechamente ligada al amor filial, la amistad también podría pensarse como un amor erótico. Así lo propone Sándor Márai en su libro ‘El último encuentro’. En la amistad se requiere del cuerpo del otro: la presencia, la voz, el abrazo, los oídos…
Javier Marías dice en alguno de sus libros que hay personas de las que uno necesita saber, y que sepan de uno; esos son los amigos. Tal vez esa necesidad es una de las formas más profundas de anclarnos a la vida.
Con el paso de los años, hacer nuevos amigos se convierte en algo muy difícil; de ahí tanta tristeza, abandono y experiencia de la soledad. Por eso, conservar a los amigos se vuelve un acto vital, una apuesta por no morir. La amistad es un alivio en medio de nuestras alienaciones y nuestras locuras.
Referencias
Steiner, G. (2022). Amistad, homicida del amor (L. E. Pacheco, Trad.). En F. Segovia (Pról.), La experiencia del amor: Tentativas y miradas interiores a lo largo de una vida (pp. 123–129). Gris Tormenta.
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